Columna: La universidad al servicio de las urgencias de la comunidad

Vicerrector Carlos Lara

En un mundo cambiante, desafiante y en el que la incertidumbre respecto al futuro parece ser la única certeza, las instituciones se ven cada día más impelidas a replantearse en sus objetivos, a volver a preguntarse sobre su visión y misión, a rediseñar sus estrategias y a hacer un autoexamen que les permita evaluar el grado de pertinencia de su respuesta a las necesidades de las comunidades en las que están insertas.

Y dentro del espectro de las instituciones que deben repensarse para estar en sintonía con las exigencias de este nuevo presente se cuentan, por supuesto, las universidades. Tradicionalmente consagradas a la docencia, la investigación y la difusión del saber y la cultura, hoy siguen siendo todo eso, pero, además, han sido retadas a salir del aula, el laboratorio, el claustro académico, para mirar hacia su entorno y proponer soluciones a las urgencias que aquejan a la sociedad; pero, además, construir en conjunto las respuestas a los nuevos grandes temas que nos plantea el futuro.

Y esta nueva dimensión que ha adquirido la educación superior toma forma en lo que hemos dado en llamar vinculación con el medio, que no es otra cosa que sacar los saberes de esas aulas y llevarlos ahí donde más se necesitan, lo cual, a través de un proceso a menudo bidireccional, deriva en nuevos conocimientos -tanto para la sociedad, como para nuestras instituciones-, más pertinentes, más actuales, más indispensables.

De poner las capacidades al servicio de la ciudadanía se trata y un magnífico ejemplo de ello dimos hace solo unas semanas en la Universidad de Valparaíso (UV), cuando un trabajo interdisciplinar y una acción conjunta entre diversas instituciones del Estado permitió extraer a una niña de dos años un tumor que tenía alojado en el tórax y le impedía respirar con normalidad.

“En casos como éste, que implican la presencia de tumores sólidos que suelen distorsionar la anatomía del paciente, no podemos recurrir a los libros de medicina y, entonces, la utilización de modelos personalizados en 3D es de gran ayuda”, comentó Matías Garrido, uno de los médicos tratantes de la menor, docente de la Escuela de Medicina UV y colaborador del Centro Interdisciplinario de Investigación Biomédica e Ingeniería para la Salud de nuestra universidad.

El doctor Garrido se dirigió, entonces, hasta otro centro UV, el FabLab de la Facultad de Ingeniería, donde diseñadores e ingenieros fabricaron los prototipos en tres dimensiones que permitieron a médicos de los hospitales Carlos van Buren y Roberto del Río (ambos públicos) operar a la niña en Santiago con éxito y ser dada de alta cinco días después, algo inimaginable si no fuera por la ayuda de esos modelos anatómicos personalizados y a escala real.

En un país en el cual la salud es más un negocio que un derecho, que esta proeza de la medicina, la ingeniería y el diseño haya sido realizada al interior de los ecosistemas públicos de educación y salud dista de ser anecdótico y abre insospechadas proyecciones para miles de chilenos que deben someterse a cirugías complejas y que pueden ser menos invasivas gracias a esta tecnología. De hecho, pocos días después esta misma técnica fue utilizada otra vez, en esta ocasión en Valparaíso (en el hospital Van Buren), con un paciente de catorce años. De nuevo la intervención resultó todo un éxito.

Las universidades que tienen establecidos en su misión y visión un claro rol público, seguirán siendo centros de saber, seguirán formando futuros profesionales y seguirán generando conocimiento, pero ese saber, esa formación y ese conocimiento deben estar cada vez más en línea con los requerimientos de las comunidades en las que están insertas y con la construcción conjunta de los grandes temas del futuro. Es el único camino posible y no hay vuelta atrás.

 

Carlos Lara Aspée

Vicerrector de Vinculación con el Medio

Universidad de Valparaíso

 

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